La salud de los bebés está directamente relacionada con su alimentación. Y es antes de su nacimiento que, a través de la dieta de la madre, se inicia el desarrollo de las defensas internas que influirán en su futuro.
Desde que el bebé viene al mundo, numerosas cuestiones asaltan a los padres y madres. “¿Lo estamos haciendo bien?” “¿Qué debemos tener en cuenta a la hora de cuidar la alimentación de nuestros hijos?”.
Los especialistas apuntan a los primeros 1000 días, que comprende la gestación y los dos primeros años del niño, como la base de la salud a corto, medio y largo plazo.
La regla de tres es simple: un aporte completo y variado de nutrientes actúa directamente en el estado óptimo de la microbiota intestinal, y esta es fundamental en el buen desarrollo del sistema inmunitario de los niños. La prevención y remedio de numerosas enfermedades no transmisibles, es decir, aquellas que generalmente son causadas por hábitos poco saludables, pasa por atender no sólo lo que comen, sino la cantidad y la calidad de los alimentos.
“La obesidad, diferentes tipos de cánceres y las enfermedades cardiovasculares se deben a interacciones complejas que se producen entre diversos genes y factores ambientales. Uno de esos factores ambientales es la alimentación”, afirma el Dr. Joaquín Reyes Andrade.
En palabras del especialista de Grupo IHP “la microbiota es el conjunto de bacterias que se localizan en el tubo digestivo, pero esta definición se queda corta, porque cada vez descubrimos más funciones nutricionales, metabólicas e inmunológicas, entre otras, que tiene este conjunto de bacterias”.
Los estudios médicos avalan que el 70 % de las células inmunocompetentes se desarrollan en el intestino a partir de la implicación de la microbiota. Hoy día se sabe además que es durante el embarazo, la lactancia y los primeros años de vida del niño cuando el organismo necesita nutrientes específicos de cuya carencia derivan las alteraciones de la colonización de estas bacterias, desencadenante de numerosas patologías, incluidas algunas alergias.
“Durante los 9 meses de gestación y los dos primeros años de vida del niño se compone una ventana de oportunidad única en la cual la adopción de medidas tanto positivas como negativas van a tener un impacto importante en su salud”, dice el Dr. Joaquín Reyes Andrade.
La gestación es el momento del desarrollo de los tejidos orgánicos del feto. Las vitaminas del grupo B, como el ácido fólico, son de vital importancia en la nutrición de la embarazada para la prevención de abortos y nacimientos prematuros. Además, la carencia de estas vitaminas puede alterar el cierre del tubo neural del nonato. Asimismo, la vitamina D3 tiene un papel fundamental en el desarrollo de los huesos del bebé. La mujer gestante debe asegurar la presencia de micronutrientes como el zinc, calcio, yodo y magnesio, bien de manera natural o mediante suplementación.
Por su lado, la lactancia materna exclusiva es un alimento completo que está asociado con el buen estado de la microbiota del bebé en sus primeros días de vida. Además, la aportación de DHA Omega 3 a través de la leche de la madre contribuye al desarrollo visual del niño. “Las proteínas siempre están relacionadas con el crecimiento, pero los últimos estudios avalan que la toma de leche de fórmulas con alto contenido en proteínas puede generar a largo plazo la aparición de obesidad en lactantes”, dice el especialista de Grupo IHP, que añade la importancia del hierro y los lípidos, e insiste en que las grasas saturadas y el consumo aumentado de productos procesados van en contra de una microbiota adecuada.
Los expertos de Grupo IHP trabajan en la investigación en materia de salud digestiva y el diagnóstico de enfermedades relacionadas con carencias de nutrientes en nuestros Grandes Pequeños. Además, los especialistas del Servicio de Nutrición Pediátrico orientan a padres y madres sobre la nutrición de los hijos, desde el nacimiento hasta la adolescencia.