Hay un aspecto igual de decisivo que el crecimiento y la evolución física de un niño y es el desarrollo de su salud mental. De crucial importancia, la salud mental abarca una combinación de factores emocionales, psicológicos y sociales que determinan cómo un niño interpreta el mundo a su alrededor, la base sobre la cual se construyen sus relaciones, su autoestima y su capacidad para enfrentar desafíos.

Aunque en ocasiones la salud mental ha ocupado un segundo plano en la escala de la atención y el cuidado, el incremento de los trastornos mentales tras la pandemia en la infancia y la adolescencia ha hecho saltar las alarmas sociales y que este problema se entienda como un reto urgente y prioritario.

Tamara Gomez Invernón, neuropsicóloga de Grupo IHP, habla en este artículo sobre los principales trastornos que afectan a la infancia y la adolescencia, las claves para detectar estos problemas y la manera de apoyar el bienestar emocional de los #GrandesPequeños. 

¿Cuáles son las enfermedades mentales más frecuentes?

1. Trastornos en la infancia. El neurodesarrollo del niño, es un proceso complejo que comienza desde la gestación y se extiende a lo largo de la infancia, pudiendo surgir alteraciones o desviaciones que influyen en su comportamiento, aprendizaje y habilidades sociales. Los trastornos del espectro autista (TEA) y el TDAH o déficit de atención e hiperactividad son los dos grandes ejemplos asociadas a esta etapa del menor.
2. Trastornos en la adolescencia. En la transición entre la infancia y la adultez los jóvenes experimentan cambios físicos, emocionales y sociales que pueden generar estrés y confusión. La depresión y la ansiedad son dos enfermedades que requieren herramientas y estrategias específicas para que el adolescente pueda manejar sus emociones y potenciar su desarrollo integral.

Aprende a reconocer las diferencias entre comportamientos normales y problemas de salud mental en niños

• Miedos. Los niños suelen padecer temores transitorios a ciertas situaciones o elementos, como el miedo a la oscuridad, a ciertos animales o a ruidos fuertes, pero cuando los miedos se vuelven crónicos y comienzan a limitar las actividades diarias estamos ante una señal de alerta.
• Rabietas. Las manifestaciones de enfado o frustración son normales a partir de los 18 meses de edad, pero se debe permanecer atento a si las reacciones de los niños se vuelven más intensas, violentas o duraderas.
• Preocupaciones. Los sentimientos de ansiedad o nerviosismo ante factores del entorno nuevos, como el primer día de escuela, son reacciones esperadas que se superan con el tiempo. De manera opuesta, si el niño comienza a no querer ir a la escuela o baja el rendimiento académico puede dar una pista de que algo más serio está ocurriendo.
• Sueño. Los niños pueden tener variaciones ocasionales en los patrones de sueño, sobre todo si ha habido un cambio de rutina. Pero si un niño o adolescente comienza a tener dificultades para quedarse dormido, se despierta frecuentemente o tiene pesadillas recurrentes, podría ser causa de ansiedad o estrés, y del mismo modo si comienza a dormir en exceso o sentirse constantemente fatigado. 
• Alimentación. Las variaciones en el apetito, las preferencias o aversiones temporales hacia ciertos alimentos son signos normales de crecimiento. No lo son, por otro lado, los cambios drásticos y persistentes en el apetito, la preocupación obsesiva por el peso, las dietas extremas o los atracones de comida.
• Relaciones sociales. Muchos niños y adolescentes pueden mostrar timidez o experimentar conflictos esporádicos con amigos o hermanos. Pero debemos atender con precisión si el menor rechaza actividades que solía disfrutar, evita constantemente situaciones sociales o se vuelve agresivo con las personas de su entorno.

Acciones proactivas y la importancia de la intervención temprana en salud mental

• Establecer una rutina ayuda a construir una estructura diaria que proporcione al niño un sentimiento de seguridad y control sobre su entorno. Asimismo, fomentar la comunicación abierta es vital para que puedan expresar sus sentimientos, preocupaciones y pensamientos sin temor a ser juzgados o rechazados. De igual modo, es importante crear un ambiente positivo en casa donde se sientan valorados y comprendidos, aspectos que contribuyen significativamente a su autoestima y a su capacidad para enfrentar desafíos emocionales.
• ¿Y cómo hacer para reducir las complicaciones en la salud mental de los niños y adolescentes? La detección en sus etapas iniciales previene problemas más graves y reduce el impacto a largo plazo. Además, la intervención temprana permite enseñar a los menores herramientas efectivas que les facilite manejar sus emociones y mejorar su calidad de vida. 

La Unidad de Salud Mental de Grupo IHP cuenta con especialistas de distintas áreas, como la psicología y la psiquiatría, que trabajan para favorecer el desarrollo de las emociones y el comportamiento de los niños y adolescentes con técnicas y enfoques adaptados a cada edad y necesidades.