Un grupo de alergólogos pediátricos de ocho hospitales españoles ha constatado que un gran número de niños con asma y otros síntomas respiratorios reciben corticoides orales de forma repetida en sus crisis, mientras que carecen de un tratamiento de mantenimiento ajustado a las recomendaciones de las guías de práctica clínica. Así se desprende de un estudio de vida real publicado en la revista Allergologia et Immunopathologia, órgano de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica.
La investigación está liderada por la doctora Remedios Cárdenas Contreras, alergóloga pediátrica de Grupo IHP, que firma como primera autora, junto a un equipo de especialistas en alergología de distintos centros públicos y privados del país. El trabajo, titulado “Corticosteroid prescription in children with respiratory symptoms: A real-life study”, se ha desarrollado con la colaboración del Comité de Asma de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC).
El estudio, observacional, retrospectivo y descriptivo, analiza la situación de 144 niños de hasta 12 años que acudieron por primera vez a consultas de Alergia Pediátrica por síntomas respiratorios (sibilancias, tos o disnea) o por diagnóstico de asma. La edad media fue de 5,86 años y el 58,3 % eran varones. A partir de las historias clínicas y de un cuestionario dirigido a las familias, se revisó qué medicación habían recibido los menores durante el año previo, cuántas crisis habían presentado y qué uso habían hecho de los servicios de Urgencias.
Los autores advierten de la necesidad de revisar la práctica habitual
Los resultados muestran que alrededor del 70 % de los pacientes presentaba síntomas respiratorios persistentes a lo largo del año, pero en el 68 % de los casos la única medicación prescrita era salbutamol “a demanda”, es decir, un broncodilatador de rescate para las crisis. Solo el 31,1 % estaba siendo tratado con corticoides inhalados, y una proporción todavía menor recibía antileucotrienos o combinaciones con broncodilatadores de larga duración.
Esta forma de manejo se tradujo en una elevada carga de crisis y un uso intensivo de recursos sanitarios. Durante el año previo a la primera visita a la unidad de alergología, los menores acudieron una media de 3,19 veces a Urgencias por episodios respiratorios. En esas exacerbaciones, el 74,3 % recibió corticoides orales, principalmente metilprednisolona, con una media de 2,57 ciclos al año y rangos que llegaron hasta 12 ciclos en algunos niños. Más de la mitad de estas pautas fueron indicadas desde los servicios de Urgencias y el 15,3 % de los pacientes requirió ingreso hospitalario.
El trabajo subraya también la escasa vigilancia de los posibles efectos adversos derivados del uso repetido de corticoides sistémicos. Según los datos recogidos, solo en el 12,5 % de los niños se documentó alguna monitorización de efectos secundarios y la determinación de cortisol en sangre —prueba clave para valorar el riesgo de supresión suprarrenal— solo se realizó en el 3,5 % de la muestra.
Tras la valoración especializada en las consultas de alergología pediátrica, el tratamiento se modificó en el 64,6 % de los pacientes. A partir de ese momento, los corticoides inhalados pasaron a estar indicados en el 61,8 % de los niños y aumentó también la prescripción de antileucotrienos, mientras que el uso de corticoides sistémicos se reservó para situaciones más concretas. En un caso, se inició además tratamiento con medicación biológica para un asma grave.
Los autores concluyen que, en este grupo de niños con asma y síntomas respiratorios recurrentes, existe un patrón de sobreutilización de corticoides sistémicos y de infratratamiento de base, y plantean la necesidad de revisar la práctica clínica habitual, reforzar la derivación a unidades especializadas y alinear los tratamientos con las guías vigentes de asma pediátrica. El estudio se propone así como una llamada a la reflexión para todos los profesionales implicados en la atención a la patología respiratoria infantil.